viernes, 11 de julio de 2014

Hay que ser realmente idiota para

Cortázar relata en este breve texto la capacidad para fascinarse con cosas cotidianas o con cosas extraordinarias, sin ningún fundamento más que su propio entusiasmo. Y es lo que él denomina ser idiota, porque siempre hay alguien que te dice que te bajes de la nube, que eso no es para tanto o que no vale nada, porque ellos saben de lo que hablan, y que es una inmadurez emocionarse con algo que no es artísticamente reconocido, como bien dicen su amigo y su mujer (no se lo dicen a él, pero critican la obra de teatro).

“Ahora que lo pienso la idiotez debe ser eso: poder entusiasmarse todo el tiempo por cualquier cosa que a uno le guste, sin que un dibujito en una pared tenga que verse menoscabado por el recuerdo de los frescos de Giotto en Padua”.


Como dice Cortázar, la gente entendida en materia seguramente tendrá cuantiosas razones para criticar el entusiasmo de alguien ante una “nimiedad”, pero cuando la belleza aparece ante los ojos de alguien, cuando se remueve algo por dentro y sabemos explicar qué emociones nos produce lo que vemos, es porque tenemos un criterio idiota que nace de adentro


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