viernes, 11 de julio de 2014

Axolotl

Al comenzar la historia de “axolotl”, nos encontramos con un individuo que vive en París y visita con cierta frecuencia los animales de Jardín des Plantes. Un día decide cambiar la rutina y visita el acuario donde se encuentra con los axoltol (axolotes, pequeños anfibios acuáticos), y queda completamente obsesionado cor ellos, al punto de volver a verlos casi todos los días.



 En cierto punto, después de tantas visitas al acuario de los "axolotl" el protagonista comienza a experimentar una transformación entre estos animales y él, iniciando una metamorfosis en el narrador, que termina viendo todo desde adentro de la pecera.
 En conclusión, Cortázar juega con el punto de vista del humano que contempla al anfibio. El narrador tiene dos estados, hombre y axolotl, en sus dos variantes piensa en el otro, como hombre en el anfibio y viceversa.



El narrador de este cuento es una persona que habla con dos identidades, el hombre y el axolotl. Percepciones de un individuo dentro de una cultura y una especie, el hombre de este cuento desea conectarse con el axolotl. Cortázar juega con las posibilidades de la contemplación del otro ser, al momento de fusionar el punto de vista del sujeto que contempla al sujeto estudiado.


Cita:

"Vi un cuerpecito rosado y como translúcido (pensé en las estatuillas chinas de cristal lechoso), semejante a un pequeño lagarto de quince centímetros, terminado en una cola de pez de una delicadeza extraordinaria, la parte más sensible de nuestro cuerpo. Por el lomo le corría una aleta transparente que se fusionaba con la cola, pero lo que me obsesionó fueron las patas, de una finura sutilísima, acabadas en menudos dedos, en uñas minuciosamente humanas. Y entonces descubrí sus ojos, su cara, dos orificios como cabezas de alfiler, enteramente de un oro transparente carentes de toda vida pero mirando, dejándose penetrar por mi mirada que parecía pasar a través del punto áureo y perderse en un diáfano misterio interior. Un delgadísimo halo negro rodeaba el ojo y los inscribía en la carne rosa, en la piedra rosa de la cabeza vagamente triangular pero con lados curvos e irregulares, que le daban una total semejanza con una estatuilla corroída por el tiempo. La boca estaba disimulada por el plano triangular de la cara, sólo de perfil se adivinaba su tamaño considerable; de frente una fina hendedura rasgaba apenas la piedra sin vida. A ambos lados de la cabeza, donde hubieran debido estar las orejas, le crecían tres ramitas rojas como de coral, una excrescencia vegetal, las branquias supongo. Y era lo único vivo en él, cada diez o quince segundos las ramitas se enderezaban rígidamente y volvían a bajarse. A veces una pata se movía apenas, yo veía los diminutos dedos posándose con suavidad en el musgo. Es que no nos gusta movernos mucho, y el acuario es tan mezquino; apenas avanzamos un poco nos damos con la cola o la cabeza de otro de nosotros; surgen dificultades, peleas, fatiga. El tiempo se siente menos si nos estamos quietos".


Esta sería la especia descripta por Cortázar


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